
Afecta a unos 300 millones de personas en el mundo, de las que 30 millones viven en Europa.
Cuando los ataques se repiten y limitan mucho la capacidad del afectado, se denomina asma grave.
Su control actual es con medidas de protección y fármacos.
Pero una nueva tecnología propone actuar desde dentro de los pulmones, quemándolos para que pierdan la capacidad de cerrarse.
Los últimos datos sobre esta terapia, llamada termoplastia bronquial, se presentaron el pasado lunes en Ámsterdam, recordó que el estudio AIR2 demostró que con el tratamiento se reducían un 82% los ingresos hospitalarios de los afectados, y un 32% los ataques.
Esta diferencia quiere decir que los brotes que se dan son menores y no requieren ir a urgencias.
Una vez se ha llegado al interior de las vías, la punta del catéter se abre como las patas de una araña, y cada una de esas extremidades metálicas, tras entrar en contacto con la pared interior del bronquiolo, emite una radiofrecuencia que quema el tejido circundante.
El efecto se puede comparar a la pérdida de flexibilidad de la piel en la zona donde hay una cicatriz.

Más en detalle, lo que sucede es que en la pared de las vías respiratorias de una persona con asma, hay una capa, el tejido muscular liso, más gruesa que lo normal. Con esta descarga se reduce su tamaño.
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