UN PLAN MUNDIAL PARA PONER FIN A LA MALARIA

Nadie debería morir por una enfermedad evitable; pero cada año, estas matan a dos millones de niños, muchos de ellos demasiado pobres para tener un tratamiento adecuado.

La malaria, una enfermedad con riesgo para la vida, transmitida por    mosquitos, es una de estas enfermedades. Ya hay más de 30 países que eliminaron el parásito causante de la malaria, y al menos otros 10 van camino de lograrlo de aquí a 2020. Sigue siendo una de las principales causas de muerte de niños de hasta 5 años en África subsahariana, y se cobra la vida de uno cada dos minutos.

Pese a una intensa labor de investigación y desarrollo que ya lleva varias décadas y produjo más de 20 vacunas candidatas en evaluación, todavía no hay una inmunización comercialmente disponible contra la malaria. Pero hay varias medidas preventivas que pueden contribuir a reducir el riesgo de infección, por ejemplo: cubrir las camas con toldos mosquiteros tratados con insecticida, rociar con insecticida las paredes internas de la casa y aplicar medidas profilácticas dirigidas a los grupos más vulnerables.

Hoy tenemos una oportunidad para continuar los avances ya logrados; para ello hay que destacar y apoyar diversas investigaciones con potencial de erradicar el paludismo.

Por ejemplo, científicos del Instituto de Investigación de la Malaria perteneciente a la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg descubrieron un mecanismo para la difusión de la resistencia al parásito que la causa en poblaciones de mosquitos. Estos hallazgos pueden servir para el desarrollo de estratégicas autopropagantes de control de la enfermedad, que reducirán la necesidad de aplicación continua de insecticidas o uso de toldos mosquiteros.

Otra importante iniciativa son las pautas para el control de vectores de la Organización Mundial de la Salud, que proponen estrategias para el control de mosquitos, moscas y otros insectos transmisores de la enfermedad. El plan de la OMS plantea una nueva estrategia para fortalecer el control de vectores en todo el mundo, por medio de incremento de recursos, la mejora de la vigilancia, una mayor coordinación y acciones integradas que incluyan a diversos sectores y enfermedades. Los programas sanitarios internacionales deben ayudar a los países donde la malaria es endémica a elaborar y mejorar estrategias de control de vectores.

También hay que analizar la relación entre el cambio medioambiental y la incidencia de la malaria. Por ejemplo, la deforestación provoca la ploriferación de zanjas y charcos que pueden acumular agua menos ácida, propicia para el desarrollo de larvas de mosquitos; por eso, los países con mucha pérdida de bosques suelen tener mayor incidencia de malaria.

Erradicar, eliminar o controlar las enfermedades no es fácil, especialmente en el caso de la malaria. Hace unos años creíamos que terminar con esta enfermedad estaba fuera de nuestro alcance, pero la colaboración internacional permitió avances impresionantes. Entre 2000 y 2015, la intervención en la salud pública salvó la vida de 6,2 millones de personas, de las cuales 5,9 millones eran niños de hasta 5 años.

Se calcula que en 2020 se necesitarán unos 6.400 millones de dólares al año (5.172 millones de euros) para financiar la lucha mundial contra la malaria. No será fácil, pero juntos podemos crear un futuro saludable, próspero y estable para millones de personas vulnerables, con más oportunidades para las generaciones venideras.

Fuente: EL PAÍS

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