Adolfo Cambiaso tomó una decisión hace 10 años que le llevó a ganar la última temporada de polo de Argentina, el número 1 de la clasificación mundial y puede que el mejor polista que ha existido.
Adolfo ya no tenía a su yegua preferida, La Cuartetera, la cual fue retirada debido a su edad. Pues en este deporte suele ser similar como a los coches en la Fórmula 1, por lo que esto fue un grave problema.
Pero Adolfo no se rindió y jugó con 6 de sus clones, su equipo ''La Dolfina'' se hizo con dos de las 3 copas de la Triple Corona, además una de las réplicas de la yegua, la 06, ganó los premios que se otorgan a la mejor yegua del partido en una de las finales.
Esto confirmó el éxito de la cría de caballos de polo, una revolución que fue impulsada por el propio Cambiaso.
Todo comenzó cuando Adolfo guardó las células de su yegua muerta en 2006, esta se fracturó durante una final y lo que siguió provocó el que tuvieran que sacrificarla.
Las células del caballo habían estado almacenadas en un termo de nitrógeno a unos 196º bajo cero durante unos 3 años.
Cuando este conoció a Alan Meeker, fundó junto a él Crestview, y ya ha visto a más de 70 clones en su laboratorio, el cual está ubicado en un campo a las afueras de la capital de Argentina.
Actualmente, el pagar unos 120.000$ para clonar a su mejor caballo no es algo tan raro, los precios van en descenso por cada copia, así incluso hasta un 5º clon podía salir gratis.
El sueño que de verdad seguía Adolf con esta empresa no era el hacer negocios y conseguir mucho dinero, sino el poder seguir disfrutando de sus caballos una vez estos morían.
Los primeros caballos se clonaron en un laboratorio con el que estaban asociados. El primer clon de polo hecho en Sudamérica nació en realidad en el laboratorio Kheiron.
Una copia de La Cuartetera fue vendida en una subasta por la increíble cifra de 800.000$, la más cara que se había visto nunca. Su comprador, Ernesto Gutiérrez, les hizo ver a los empresarios de Crestview que no debían vender sus clones, pues eran lo más valioso que tenían, solo se deberían vender los hijos.
Fuente: El País
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