EL AGUJERO NEGRO MÁS ANTIGUO QUE EXISTE

Recreación del cuásar más antiguo del universo descubierto desde un observatorio chileno
Hace 10.000 años, los humanos empezaron a domesticar seres vivos poniendo las bases de la civilización. Tenemos que retroceder 200 o 300.000 años para encontrar los primeros representantes de nuestra especie, la primera capaz de asomarse a los misterios del cosmos. La Tierra se formó hace 4.500 millones de años y podría ser dos veces más vieja sin estar aún cerca de la gran inflación que dio origen a todo. Muchos más allá, a 690 millones de años del Big Bang, poco más de un instante hablando en términos cósmicos, es donde se ha encontrado el cuásar más antiguo que conocemos.


Los cuásares son los objetos más brillantes del universo y son el resultado de una verdadera carnicería estelar. Se tratan de agujeros negros supermasivos que se encuentran en el interior de grandes galaxias. Desde allí, con su tremendo tirón gravitatorio, son capaces de atraer hacia ellos sistemas planetarios completos y a continuación escupen materia acelerada a una velocidad cercana a la de la luz.
         
Resultado de imagen de agujeros negros Uno de esos chorros hiperluminosos fue el que descubrió el astrónomo chileno Eduardo Bañados desde el observatorio de Las Campanas, situado en el norte de Chile. El cuásar, que envía su luz desde una época en que el universo tenía un 5% de su edad actual, tiene en su interior un agujero negro con 800 veces la masa del Sol. Esa galaxia ofrece información sobre lo que sucedió cuando empezaron a formarse las primeras estrellas.

Justo después del Big Bang, el universo era como una sopa caliente de partículas muy energéticas que se expandían a velocidades que no podemos imaginar. Cuando las partículas se separaron unas de otras, el cosmos empezó a enfriarse y tras 400.000 años de separación, las partículas primigenias pudieron combinarse en un gas de hidrógeno neutro. El universo era entonces oscuro y estuvo sin ningún tipo de fuente luminosa hasta que la gravedad comenzó a condensar la materia en las primeras estrellas y galaxias. La energía liberada por estas galaxias antiguas hizo que el hidrógeno neutro se ionizara. Con la reionización del universo, los fotones pudieron viajar libremente por el espacio y de esta manera el cosmos se hizo transparente a la luz.

El nuevo cuásar envía información de aquella era en la que todo empezó a ser visible. El análisis que se publica en Nature muestra que una gran parte del hidrógeno de los alrededores de aquella galaxia antiquísima es neutro, lo que indica que aquella fuente existió en la era de la reionización, antes de que las primeras estrellas y galaxias se hubiesen formado y tuviesen la capacidad para cambiar completamente el equilibrio electrónico del universo.

"Fue la última gran transición del universo y una de las fronteras actuales de la astrofísica", dice Bañados. El investigador chileno lleva ya tiempo trabajando en investigar aquel tiempo de cambio, desde la edad oscura al universo visible al que estamos acostumbrados, y los cuásares, aquellas intensas fuentes de luz que viajan desde el universo temprano, son su herramienta.

En 2016, Bañados también anunció el descubrimiento de 63 nuevos cuásares con edades casi tan antiguas como el que presenta hoy. "La formación y la evolución de las primeras fuentes de luz y estructuras del universo es uno de los grandes misterios de la astronomía", decía. "Cuásares muy brillantes como los 63 descubiertos son las mejores herramientas para ayudarnos a tratar de entender el universo temprano, pero hasta ahora los resultados concluyentes se han limitado a una pequeña muestra de cuásares antiguos", añadía.

"Esta cuásar, por ser tan brillante, se está convirtiendo en una mina de oro para los estudios del universo primitivo y ya hemos asegurado más observaciones de este objeto con gran parte de los observatorios más poderosos en la Tierra y en el espacio, desde rayos X a ondas de radio", concluye el investigador chileno sobre su descubrimiento.

Fuente: EL PAÍS

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