
Solo tres especies son las que disfrutan de un período de vida más o menos extenso después de su última menstruación, y estas son los calderones de aleta corta o ballenas piloto, las orcas y los seres humanos.
Hasta hace no mucho tiempo, desconocíamos las ventajas o el porqué de que estas tres especies evolucionasen hasta llegar a esta adaptación. Una de las hipótesis que creen que se acerca más a la respuesta a este fenómeno es la "hipótesis del conflicto reproductivo" (en inglés the "reproductive conflict hypothesis"). Ésta se establece tras un estudio de toma de datos demográficos individuales de orcas residentes del Pacífico norte durante 43 años.
Después de la interpretación de estos datos, establecieron que en un caso en el que un orca joven y otra de una más avanzada edad dieran a luz a una cría, la orca que sufría un mayor desgaste era la de mayor edad, así como que su cría tenía un mayor riesgo de morir (1.7 veces mayor) que la de la orca más joven.

Por último tenemos el hecho de que como los descendientes de las hembras de orca suelen permanecer en el grupo en el que nacieron, conforme van envejeciendo el grupo se ve repleto de hijos y nietos de los ejemplares mayores. De esta manera, cada vez se ven más relacionadas genéticamente con sus vecinos, y sus esfuerzos se centran en ayudar a los miembros de su grupo, y no en tener más crías.
Los científicos no saben cuál es exactamente la hipótesis que justifica este cambio que se produjo en algún momento de la evolución de esta especie, así como si es la misma hipótesis aplicable para los humanos y las orcas. Sin embargo, éstas son las más aceptadas y en las que se sigue estudiando para encontrar la respuesta a esta incógnita.
Fuentes: Current Biology y National Geographic
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