HALLADOS LOS GENES QUE PERMITEN A LOS TIBETANOS SOBREVIVIR A 4.000 METROS

La meseta tibetana es un lugar frío y árido. A 4.000 metros de altura, la presión atmosférica es un 40% menor que la del nivel del mar, lo que hace más difícil que el oxígeno llegue a la sangre y a los órganos. El pueblo tibetano ha logrado adaptarse a este hostil ambiente después de miles de años viviendo en la meseta, debido a su increíble capacidad natural de soportar bajos niveles de oxígeno, frío extremo, exposición a la luz ultravioleta y fuentes alimentarias muy limitadas.

Un estudio realizado por científicos de EE.UU, Reino Unido e Irlanda ha hallado las huellas que esta adaptación ha dejado en el genoma de los tibetanos actuales: una serie de cambios en los genes que les permiten sobrevivir mejor en condiciones de escasez de oxígeno y de frío extremo. Además, los resultados aportan pistas sobre la evolución de esta población, que surgió hace más de 40.000 años, según ha publicado esta semana la revista PLOS Genetics.

Los investigadores han comparado el genoma de 27 tibetanos con el de otras cinco poblaciones humanas: la china, la europea, la peruana, la punyabí y la yoruba. El análisis ha revelado seis genes que han sufrido una selección positiva a lo largo de la evolución de los habitantes del Tíbet, ya que en los genomas tibetanos abundan variantes que en otras poblaciones son poco frecuentes.

Dos de los genes descubiertos ya se habían identificado anteriormente como parte de la adaptación de los tibetanos a la vida en la meseta, ya que regulan la actividad de otros genes en respuesta a la falta de oxígeno. La variante tibetana de uno de ellos, EPAS1, que procede de un grupo de humanos ancestrales llamados denisovanos, mejora el transporte de oxígeno en la sangre.

La investigación publicada esta semana añade dos genes más que podrían contribuir también a la supervivencia con poco oxígeno. También se ha descubierto un gen implicado en el metabolismo de la vitamina D, que forma parte de la adaptación al frío y a la alimentación en la meseta.

La investigación también ha permitido reconstruir la evolución de los habitantes del Tíbet y su relación con los denisovanos. Según los nuevos datos, los tibetanos se separaron de la etnia han, a la que pertenece la mayoría de la población china, hace entre 44.000 y 58.000 años. Sin embargo, ambas poblaciones siguieron relacionándose y reproduciéndose entre ellas hasta hace 9.000 años, cuando dejó de haber intercambio genético.

Los investigadores han comprobado que el rastro genético de los denisovanos en la población tibetana se sitúa en torno al 0,4%, una cifra igual a la del resto de grupos humanos. La variante de EPAS1 de los tibetanos es el único ejemplo en el que la selección natural haya favorecido un gen denisovano, recalca Chad Huff, desde el Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas.

Cómo llegó la variante de origen denisovano al genoma tibetano sigue siendo un misterio, aunque los investigadores tienen una hipótesis. “Creo que la explicación más especulativa pero quizá la más probable es que hubiera una población de denisovanos viviendo en la meseta tibetana cuando llegaron los primeros tibetanos. Esta población ya debía de tener una adaptación a los bajos niveles de oxígeno que los tibetanos pudieron adquirir”, argumenta Huff. “No podemos demostrar que sea cierto”, puntualiza no obstante.

Huff destaca que el estudio también permite entender mejor la biología de los tibetanos. “Estas variantes de genes tienen efectos muy fuertes en la adaptación a la altitud. Para los individuos tibetanos que no las tengan, y que vayan a vivir a 4.000 metros, puede ser importante saberlo. Puede que puedan tomar medidas al saber que no van a prosperar tan bien a esas altitudes”.

Para David Comas, experto en diversidad genética humana del Institut de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), el punto fuerte del nuevo estudio es que se basa en el análisis de genomas completos, algo que no se había hecho aún para la población tibetana. 

Fuentes: La VanguardiaSINC

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