LA CÉLULA DE LA QUE VENIMOS TODOS

Los humanos sabemos más de la superficie de Marte que de las profundidades del océano, y hoy un ser microscópico nos lo vuelve a dejar meridiano. Un barco de exploración científica ha encontrado en el fondo del Ártico unos microbios que permiten aclarar cómo, hace más de 2.000 millones de años, una célula solitaria y primitiva dio lugar a la espectacular orgía de vida compleja que abarca a humanos, animales, plantas y hongos.



Se ha descubierto un nuevo microorganismo extremófilo, las lokiarqueas, que algunos interpretan como un eslabón perdido en la evolución de la vida compleja. Hace dos mil millones de años, los tipos de células con núcleo que comprenden plantas, hongos, animales y seres humanos, llamadas eucariotas, evolucionaron a partir de los microbios sencillos, células sin núcleo llamadas procariotas. En 1977 se descubrieron las arqueas, más complejas que las procariotas, pero menos que las eucariotas. ¿Evolucionaron las ecuariotas a partir de las arqueas o partir de las procariotas? Un nuevo artículo en Nature parece decantarse por la primera opción, las arqueas originadas a partir de las procariotas dieron origen a las eucariotas. Por supuesto, antes de cambiar los libros de texto habrá que confirmar el nuevo hallazgo metagenómico y estudiar al microscopio muestras de las lokiarqueas.

Su material genético se ha encontrado a 3.283 metros de profundidad, cerca de unas chimeneas hidrotermales entre Noruega y Groenlandia conocidas como el Castillo de Loki, el misterioso dios nórdico. Sus descubridores creen que son el puente entre la vida celular más sencilla, los procariotas, y el resto de seres vivos, los eucariotas.

Solo el 1% de todos los microorganismos que habitan la Tierra se pueden criar en el laboratorio y estas nuevas arqueas no son una excepción. Ettema, de la Universidad de Uppsala (Suecia), y el resto de su equipo, han podido identificarlas y estudiarlas gracias a una técnica la metagenómica , que identifica el código de barras genético de cada ser vivo de entre los sedimentos marinos y luego intenta recomponer el resto de su genoma.

Tal vez lo más frustrante de este descubrimiento es que no sabemos qué aspecto tienen las arqueas de Loki. El estudio no se basa en el organismo en sí, sino en sus genes y proteínas. El nuevo objetivo de Ettema será sacar a estos microbios del fondo del mar y estudiarlos bajo el microscopio, lo que ofrece una doble dificultad. Primero, estas arqueas están tan esparcidas en el tenebroso y gélido fondo marino dada la escasez de nutrientes que las muestras recogidas por los barcos contienen muy pocas. Segundo, su ritmo de división celular es extremadamente lento, puede llevar años, y eso si hay suerte y los científicos adivinan de qué se alimentan. Por eso, al mismo tiempo, van a seguir secuenciando el metagenoma de las profundidades en busca de nuevas especies que aclaren cómo la unión entre los dos grandes imperios procariotas dieron lugar a un tercero, el nuestro.
      
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