A la 1:37 de la madrugada del jueves 29 de octubre se ha
producido un terremoto de 4,3 a la escala de Ritcher, y que se ha propagado por
la población costera Sant Pere Pescador. A pesar de que los efectos de los
terremotos no suelen alargarse más de algunos minutos, este ha sido diferente.
La onda sísmica, que tendría que haberse propagado más en dirección oeste, ha
seguido una trayectoria que ha afectado más a las poblaciones situadas al sur
del epicentro.
En ámbito internacional, hay dos maneras básicas de medir un
terremoto. La escala de Ritcher, objetiva, que se basa en las
grabaciones de los sismógrafos, y la escalera KSM, subjetiva, porque se basa en
la percepción que tiene la gente del temblor y los daños materiales que puede
llegar a causar.
Siguiendo esta escala el seísmo fue percibido de manera
significativa por gran parte de la población colindante al epicentro, especialmente
Barcelona, algo que sorprende a los sismólogos. De hecho, según las previsiones
científicas no se preveía que nadie percibiera el terremoto en la capital
catalana.
Según los sismólogos las razones pueden ser tres, aunque
todavía no se han demostrado. En primer lugar el silencio, propio de la noche,
puede haber agudizado el oído y la población del interior de Cataluña es muy
superior a la de la costa, por lo que, a más oídos más posibilidad de escuchar
el terremoto. En segundo lugar, "en la zona costera los terrenos son más
blandos", por lo que las ondas sísmicas suben más fácilmente a la
superficie. En último lugar, "cuando las ondas son largas en el tiempo, los
edificios altos son más sensibles". Por el contrario cuando son de
duración corta, generalmente con una magnitud más fuerte (que desprenden mucha
energía), afectan más a los edificios bajos.
Desde el instituto geológico se da por lo tanto plena
credibilidad a las reacciones levantadas en Barcelona, y aseguran que han
empezado ya las investigaciones para resolver las peculiaridades de ese
terremoto.
Fuente de información: EL PAÍS
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