
Las estrellas de baja masa, también llamadas enanas M, son
más pequeñas que el Sol, y también mucho menos luminosas, por lo que su
zona de habitabilidad, la franja de espacio en la que puede existir agua
líquida en la superficie de un planeta en órbita, suele estar muy
cerca.
Los planetas cercanos a sus estrellas son más fáciles de
encontrar que los lejanos. Los astrónomos descubren y miden estos mundos
mediante el estudio de la ligera reducción de la luz cuando transitan o
pasan por delante de su estrella anfitriona. Otra fórmula para dar con
ellos es medir un ligero «bamboleo» de la estrella en respuesta a la
gravedad del planeta, lo que se llama método de velocidad radial.
Un planeta que reúna esas características puede ser un
candidato a encontrar vida, pero el equipo estadounidense advierte en la
revista Astrobiology (un adelanto de su estudio en Arxiv.org)
de que no hay que echar las campanas al vuelo. Es posible que ese mundo
prometedor hace mucho tiempo que dejara de serlo. El agua y la
atmósfera de algunos de esos planetas cerca de estrellas de baja masa
probablemente ardieron cuando todavía se estaban formando.
«Todas las estrellas se forman en el derrumbe de una
gigantesca nube de gas interestelar, que libera energía en forma de luz a
medida que se reduce», dice Rodrigo Luger, autor del estudio. «Pero
debido a sus masas más bajas y, por tanto, gravedades más bajas, las
enanas M tardan más en contraerse en su totalidad, del orden de varios
cientos de millones de años».
«Los planetas alrededor de estas estrellas pueden formarse
en 10 millones de años, por lo que ya están alrededor cuando las
estrellas siguen siendo extremadamente brillantes. Y eso no es bueno
para la habitabilidad, ya que estos planetas van a estar inicialmente
muy calientes, con temperaturas superficiales superiores a los mil
grados. Cuando esto ocurre, los océanos hierven y toda su atmósfera se
convierte en vapor», explica Luger.
Otro mal augurio para las atmósferas de estos mundos es el
hecho de que las estrellas enanas M emitan una gran cantidad de rayos X y
luz ultravioleta, que calientan la atmósfera superior a miles de grados
y hacen que el gas se expanda tan rápido que deje el planeta y se
pierda por el espacio. Por lo tanto, informa el investigador, «muchos de
los planetas en la zona habitable de las enanas M podrían haberse
secado por este proceso desde el principio, disminuyendo gravemente su
oportunidad de ser realmente habitables».
El oxígeno engaña
Un efecto secundario de este proceso es que la radiación
ultravioleta puede dividir el agua en sus componentes átomos de
hidrógeno y oxígeno. El hidrógeno ligero escapa a la atmósfera con mayor
facilidad, dejando atrás a los átomos de oxígeno más pesados. Mientras
que un poco de oxígeno es claramente bueno para la vida, como en la
Tierra, demasiado oxígeno puede ser un factor negativo.
«Esta fase de efecto invernadero desbocado puede producir
enormes atmósferas llenas de oxígeno, diez veces más densas que la de
Venus», dice Rory Barnes, coautor del estudio. «La búsqueda de la vida a
menudo depende del oxígeno como trazador de la vida extraterrestre, por
lo que la producción no biológica de tales enormes cantidades de
oxígeno podría confundir nuestra búsqueda de vida en exoplanetas»,
añade.
Debido a que el oxígeno se acumula, estos mundos podrían
parecerse mucho a la Tierra desde lejos, «pero si se mira más de cerca
se darán cuenta de que en realidad son un espejismo; simplemente allí no
hay agua».
Comentarios
Publicar un comentario