Niños nacidos con cola

El ser humano conserva un elemento vestigial de una cola, el cóccix. Se trata de un hueso en la parte final del sacro (el final de la columna vertebral) y salvo que tiene algún papel poco importante en funciones como sentarse o ejercer de “airbag” durante una caída, es un elemento que no aporta demasiada utilidad. Sin embargo, en muy raras ocasiones (hay poco más de 100 casos documentados), un bebé nace con algo más que el cóccix: una cola.

Normalmente suele extirparse nada más nacer pero, a veces, esto no ocurre y encontramos adultos que siguen conservándola.

Aunque en medicina se le llame cola, en la mayoría de los casos, no lo es tal. Una cola normal, que podemos ver por ejemplo en cualquier gato o perro, posee una serie de huesos, cartílagos, médula espinal y una serie de músculos asociados que permiten su movimiento. Los niños que nacen con cola normalmente no van a tener huesos, cartílagos ni médula espinal y los pocos músculos que se encuentran, al carecer de huesos a los que insertarse no van a permitir una contracción coordinada. Lo que sí que hay será tejido conectivo, músculos, vasos sanguíneos, nervios y piel.

Todo esto lleva a que la cola pueda moverse y contraerse a voluntad del niño, aunque estos movimientos van a ser limitados e incoordinados.

Muy excepcionalmente aparecen colas auténticas en humanos, que, a diferencia de las anteriores, poseen vértebras y cartílagos. Debido a ello, son totalmente visibles en las radiografías.

A pesar de que la causa de esta rareza todavía no se conoce con profundidad, se piensa que se debe a una mutación genética que reactiva un carácter oculto de nuestro desarrollo evolutivo que se ha mantenido reprimido en el genoma. De la misma forma que hace poco unas mutaciones en unos pollos provocaron que les salieran dientes y justamente se trataran del mismo tipo que el de sus antepasados.: Pollos mutantes con dientes

Recientes investigaciones refuerzan aún más esta teoría. Gracias a que se descubrieron los genes que controlaban el desarrollo de la cola en ratones y otros vertebrados, se pudo comprobar que estos genes también se han descubierto en el genoma humano. La razón por la cual, no llegamos a desarrollarla a pesar de tener los genes para ello se debe a una regulación a la baja de estos genes que provoca al final la apoptosis (muerte celular programada) de las células que estaban destinadas a formar una cola. Explicado de forma sencilla, tenemos las órdenes del jefe para desarrollar una cola, pero el mensaje termina perdiéndose por el camino. Como consecuencia de ello, la única etapa en la que se observa una cola en el ser humano es entre las cuatro y ocho semanas de embarazo. Exceptuando, claro está, a aquellos que poseen una auténtica cola, que la poseerán toda la vida si no se extirpa.

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